"Villa Cachito", como se conoce informalmente al nuevo asentamiento poblacional de Totoral, sigue creciendo sin pausa. A pocas cuadras del centro, en la zona de barrio La Loma y a metros de la estancia Noble, se expande el caserío de chapa, cartón y ladrillos desparejos, del que Totoral Blog informó el 4 de julio pasado. Las humildes viviendas van consiguiendo paulatinamente las conexiones a los servicios de agua y de energía eléctrica, en algunos casos a través de gestiones realizadas con el Juzgado de Paz.
Desde que las primeras familias llegaron a ese loteo irregular, se comenta que algunas de ellas lo hicieron con la venia de alguna autoridad local que les asegura que pueden quedarse con un terreno. Todas llegan buscando una salida al drama de la falta de un techo y de un trabajo digno. Como el caso de Hugo Rodríguez (foto): “A este lugar me trajo un amigo –relató-; no doy su nombre para que él no tenga problemas. Y vinimos acá porque prácticamente estamos en la calle”. Ahí siguen, pese a haber recibido una dura amenaza del presunto propietario del lote.
A la familia de Hugo no solo la rodea la pobreza, sino también un serio problema de salud de su mujer: “Ella es sordomuda; tiene tres chiquitos, gracias a Dios los va criando como puede”, contó.
-¿Son tuyos los chicos?
-Sí, los tres.
-En cuanto a la sordera, ¿es total?
-Escucha muy, muy bajito; hay que gritarle, por ahí le pego un chiflido para que me escuche cuando estoy lejos.
-¿Usa audífono?
-No, no tiene
-¿Gestionaste un audífono para ella?
-Si gestioné y quedó en la nada porque no siguieron ellos, ni nosotros tampoco.
-El trámite lo hiciste en el CIC?
-Sí, en el CIC
-¿Los entrevistaron asistentes sociales?
-A ella la vieron.
-¿Tenés algún ingreso? ¿La asignación universal por hijo?
-Sí, por ahora es lo único que estoy cobrando y alguna changa; estamos cobrando 200 pesos, 100 pesos, algunas changas 20 pesos… algo para que coman las criaturas porque uno, mal que mal, se las rebusca.
En el terreno que ocupa hace poco, Hugo ya instaló un techo con madera y otros elementos que pudo encontrar. El lugar, pese a la miseria, se ve muy limpio.
-¿Va al jardín alguno de los niños?
-Si, uno va al pre jardín al Bartolomé Mitre
-¿Tuviste algún problema con el terreno? ¿Te vinieron a reclamar el lugar?
-Sí, me vino a reclamar un chico. Está bien; él limpió todo y yo vine de arriba, le pido disculpas. Estuvimos hablando, me dio un plazo de dos meses para salir, si no, me dijo, “cuando vuelva voy a prenderle fuego a todo”.
Pese a la advertencia del aparente dueño del terreno, Hugo sigue allí y pelea por el pan de cada día para su familia. “Ahora estoy haciendo unas changas, pero hasta que no termine no nos pagan, así que ahí estamos, a la buena de Dios. Trabajo de albañil, plomero, pintura, trabajo la madera, soy mecánico; no soy oficial, pero entiendo”.
Por un lado, la pobreza muestra en este sector de Totoral su cara más transparente, la de los sectores prácticamente expulsados de la posibilidad de una vida digna. Y por el otro, sigue el crecimiento urbano inorgánico, sin ninguna normativa ni controles. Hace varios meses, la comisión vecinal Linsacat - Totoral elevó ante el concejo deliberante un reclamo para que se sancione un código de edificación, sin que haya surgido ninguna respuesta.
